Fui el primer periodista en arriesgarme en señalar el dolor, la tragedia, el horror y la amenaza que generaba alias «Camilo», y su grupo paramafioso, en el Suroriente de Antioquia; Argelia, Nariño y Sonsón, además de los municipios del Oriente de Caldas; Pensilvania, Florencia y Samaná. Lo hice publicando las fotografías de él y de alias «Chatarra» como responsables de extorsiones y amenazas a comerciantes y finqueros de la zona y, por supuesto, de algunos asesinatos selectivos que también publiqué para mostrar que el monstruo estaba creciendo.
Fue en ese momento «predicar en medio del desierto», porque al terror que vivían las comunidades lo rodeaba el silencio cómplice de funcionarios municipales, agentes del Estado y periodistas del mismo pueblo que no dudaron en señalarme como «alarmista que quiere destruir la poca recuperación que tiene la zona».
Y fue ese silencio cómplice el que permitió que un pequeño puñado de delincuentes creciera tanto que, con un solo mensaje de texto, a través de WhatsApp, y sin disparar una sola bala, volvieran pueblos fantasmas a Argelia y Nariño todo un fin de semana. Tan grande fue el temor que, por primera vez en el Oriente Antioqueño, la iglesia cerró sus puertas en pleno domingo.
Ahí se volvió insostenible seguir silenciando la tragedia que padecían las comunidades de Argelia y Nariño, y se volvió un tema nacional no solo de los Medios de Comunicación, sino de entidades del mismo Estado que empezaron a cuestionar la inacción de los cuerpos de seguridad y el silencio de los funcionarios. El mismo Gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, pernotó en Nariño y abrió los negocios cerrados por el paro armado, para mostrar compromiso de la institucionalidad con las comunidades afectadas y revictimizadas por el conflicto.
La Cumbre del Oriente Antioqueño logró la presencia del Ministro de Defensa y los Altos Mandos del Ejército y Policía para poner de presente, en el Consejo Nacional de Seguridad, que el Gobierno Nacional estaba preocupado con la situación que se vivía en el Suroriente de Antioquia.
Entonces empezaron las primeras capturas y la desarticulación de este grupo paramafioso: Primero las capturas de «La Mona» y el «Suegro», después «Tun Tun» y el mismo «Chatarra» y claro, el fin de semana pasado «Camilo» y cinco de sus hombres en un caserío de la Vereda Macanal del Municipio de San Rafael hasta donde habían llegado para esperar un cargamento de armas con el que fortalecerían la estructura armada y la expandirían a otros municipios.
La captura se logró gracias a labores de inteligencia del Gaula Militar y del Mayor Yamid Bonilla, quien a pesar de haber asumido como Comandante hace solo unos meses, mostró con su persistencia que cuando hay voluntad se puede lograr la desarticulación de cualquier estructura delincuencial.
Desde aquí hago un llamado al Ministro de Defensa, Dr. Iván Velásquez y al Gobernador de Antioquia, Dr. Aníbal Gaviria y a los alcaldes de los municipios afectados para que hagan el necesario reconocimiento público al Comandante del Gaula Militar del Oriente Antioqueño.
He cuestionado en varias oportunidades las acciones ilegales de los Agentes del Estado, pero también reconozco cuando lo hacen bien como sucedió en esta oportunidad con la acción contundente del Gaula Oriente en la defensa y protección de los derechos de los habitantes de la Zona Páramos.
Ahora bien, cayó alias «Camilo» pero la estructura aún no se ha desmantelado totalmente, siguen caminando como «Pedro por su casa», por las angostas calles de Nariño quienes, a través de celulares, y por un pago de quinientos mil pesos al mes, lo mantenían informado de: «Todo lo que pasaba en el pueblo. Quién entraba o salía», incluso: «Que contratos hacia el municipio y por cuanto valor». La red de colaboradores, entre los que se cuentan algunos que posan de «prestigiosos comerciantes, algunos funcionarios locales y algún Concejal en ejercicio» y que siguen habitando el pueblo como si nunca hubiera pasado nada.
Para fortuna de los habitantes las acciones de las autoridades están encaminadas en desmantelar en su totalidad esta estructura paramafiosa y la captura de alias «Camilo» le dará confianza a la ciudadanía para denunciar a los que aún quedan sueltos.
El domingo pasado la comunidad de Nariño salió a las calles a marchar contra la extorsión, hace 22 años también lo hicieron contra las FARC, lo que muestra que están cansados de los abusos de los grupos ilegales y que su futuro no puede seguir siendo víctimas.
Entre los que salieron a marchar también estaban los que desde sus funciones tuvieron que haber defendido a las comunidades pero que guardaron silencio. Un silencio cómplice que permitió que el monstruo se creciera, pero que ahora se quieren mostrar como los abanderados del futuro de Nariño.
Regrese esta semana a Nariño, Balcón Verde de Antioquia, y un líder social que me vio salió con algún temor a decirme: «Don Oscar estoy seguro de que mucha gente quisiera salir a abrazarlo, pero no lo van a hacer por el temor que aún nos asiste. Sin embargo, en nombre de todo mi pueblo vengo a darle las gracias por haber denunciado lo que nos pasaba para que las autoridades hicieran lo que les correspondía. Que Dios lo proteja». Esa es la mejor recompensa por el trabajo que hacemos los periodistas.
Por mi parte seguiré acompañando a las comunidades de esa hermosa zona de Páramos y visibilizando sus padecimientos porque tengo claro que cuando decidí ser periodista era para hacer control social a cualquier poder y, mucho más, cuando ese poder se ejerce para atemorizar a las comunidades.
Cayó alias «Camilo», pero aún se requiere que la acción de las autoridades ponga a toda la estructura tras las rejas y le devuelva la tranquilidad a una comunidad resiliente que quiere mirar el futuro con confianza. No vaya a ser que, como dicen los abuelos: «A rey muerto, rey puesto» y se prologue el sufrimiento de las comunidades.
¡A los que silenciaron el sufrimiento del pueblo, y fueron cómplices por su inacción, será la misma ciudadanía la que se los cobre con el repudio y el rechazo!