EDITORIAL: LA SEGURIDAD DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO ESTA EN CRISIS

Las acciones sicariales de los últimos días, y de las últimas semanas, en el Oriente Antioqueño, han prendido las alarmas sobre una situación de la que Organismos de Derechos Humanos han lanzado alertas tempranas desde hace meses pero que poco eco, por no decir ninguno, han tenido en los organismos encargados a nivel regional y nacional, y menos en las autoridades locales que escurren el bulto con Consejos de Seguridad que no llegan a nada.
Los mismos alcaldes electos han lanzado la propuesta, para salirle al paso a la alarma general en la población, de crear una «Policía Metropolitana» para la Zona del Altiplano, propuesta que ha tenido alguna trascendencia en los Medios Regionales sin profundizar las consecuencias reales de la materialización de la misma.
Voy a ser absolutamente claro al expresar mi posición personal frente al tema de seguridad en el Territorio y, de la propuesta presentada por los alcaldes electos, que espero permita un debate más amplio de la problemática y de sus posibles soluciones.
Sea lo primero decir con toda claridad que se vuelve a tratar el tema desde los síntomas y no desde las causas. Causas entre las cuales está la enorme inequidad que se vive entre el centro y la periferia, incluso la periferia que existe en el mismo centro. Mientras tenemos en un sector del Oriente Antioqueño, llamado Llano Grande, a los más ricos del Antioquia, incluso algunos del país, tenemos también a los más pobres y marginados del Oriente, de Antioquia y de Colombia, sin muchas alternativas reales para siquiera subsistir.
Y esto sin entrar a analizar las enormes diferencias que existen en las posibilidades de inversión entre los municipios del Altiplano con la mayoría del resto de la Región. Que también tendrá que discutirse en una conversa seria sobre la seguridad humana integral del Territorio.
Lo segundo, es que en la última década la población del Oriente Antioqueño se ha cuadruplicado, sobre todo después de la pandemia. Es claro que la piñata de licencias de construcción sin haber planificado los servicios básicos que deben satisfacer a esos nuevos habitantes es una realidad de apuño, generando, y hay que decirlo con toda claridad, una enorme corrupción en las oficinas de planeación de los municipios. La misma MASORA, e incluso un alcalde de uno de los municipios, denunciaron con nombres propios a secretarios corruptos, pero la denuncia paso desapercibida.
Tercero, el tema de seguridad es, en lo fundamental, un tema de educación y prevención, no de represión. Sin embargo, no se ven políticas públicas eficientes y eficaces para ganarle la estrategia a las bandas delincuenciales en la población joven. Sigmund Freud dijo que: «Todo lo que promueva el desarrollo de la cultura, trabaja también en contra de la guerra». Pero la verdad es que la cultura es la cenicienta de los presupuestos municipales cada día más fortalecidos para la acción represiva.
Por último, solo para iniciar este debate que seguramente tendrá otros ingredientes, la ineficacia en la acción de inteligencia que desmantele los combos delincuenciales existentes y ponga en buen recaudo a sus jefes y colaboradores, entre los que seguramente hay miembros de los mismos organismos de seguridad y de investigación del Estado es, sin ninguna duda, muy lamentable y cuestionable.
Así las cosas, por lo pronto, seguiremos asistiendo a esta catástrofe humanitaria donde los mandatarios locales seguirán convocando Consejos de Seguridad para dar declaraciones de que son hechos aislados fruto de las peleas de los combos por el control del microtráfico y del Territorio.
Y seguiremos enterrando jóvenes que aspiraban un debate serio y soluciones reales.