EL CONFLICTO ARMADO EN LAS UNIVERSIDADES, GENERACIONES QUE NO SE RINDEN:
La universidad es un territorio y como todos los territorios representa lo que somos como sociedad y como nación, en ellas se forjan sueños y pensamientos, una dupla que inalcanzablemente ha alcanzado y encontrado soluciones para los problemas del país, soluciones que emergen del diálogo, de las diferencias, del pensamiento crítico, de ensayar muchas veces hasta acertar, a ello ha aportado, las ciencias, el arte, las humanidades, el derecho, la medicina, las matemáticas, entre otras disciplinas.
En las universidades se construyen amistades, es un lugar de conocimiento y alegría, es un lugar por excelencia de los jóvenes de edad y de espíritu, es un lugar donde el entusiasmo y la rebeldía se transforman en liderazgo, aquí se tejen alianzas intergeneracionales entre profesores y alumnos, definitivamente un lugar de encuentro para muchos, es un lugar donde se da el origen de invaluables experiencias que forjan lo que somos.
En este país no solo la comunidad educativa ha habitado el territorio de la universidad, ellas también han sido lugares de refugio para indígenas, afrodescendientes, campesinos, pobladores urbanos, es un espacio de socialización democrática, la paz requiere una universidad libre, es en ella donde tiene que habitar la libertad para expresar ideas, especialmente las críticas, pues la historia de la humanidad nos ha demostrado que de las ideas críticas salen posibilidades de nuevos caminos, la violencia que ha vivido todos estos años derivado del conflicto armado está relacionado con que ideas críticas, disidentes no tengan espacios institucionales para ser expresadas.
La universidad debe ser un lugar donde se debate las verdades incómodas, toda la dignidad de la universidad reside en su capacidad de decir verdades duras, pero lúcidas.
Muchos han creído en el poder transformador de la educación y el arte, han insistido en expresar sus ideas en voz alta, es una convicción ética sobre la justicia que mueve a muchos al trabajo social y político.
El conflicto armado llegó a los claustros de la universidad en su versión más violenta y cruel, cuando las balas silenciaron la libertad de cátedra, limitaron la autonomía universitaria y la libre expresión.
Históricamente, miembros de las comunidades universitarias han sido víctimas de la estigmatización, de las amenazas, del asesinato, de la desaparición forzada, y otros para protegerse han tenido que irse al exilio.
Las universidades también han sido víctimas de las armas y los métodos de la guerra, se usaron contra estudiantes, profesores y trabajadores, el horror de la guerra quiso apagar la luz del conocimiento y del pensamiento.
Desde hace un siglo las universidades han ayudado a la construcción de conocimiento, a la construcción y la transformación de los principales problemas del país, han fomentado la libertad de expresión, la movilización y el pensamiento crítico, ha medida que se configuraba y extendía el conflicto armado en Colombia, los grupos armados se disputaron el dominio de las universidades como espacios estratégicos, se interesaron en la autonomía territorial de las instituciones para desarrollar actividades de guerra.
Las guerrillas encontraron acogidas significativas para sus pensamientos revolucionarios en sectores radicalizados de los estudiantes, lo que aumentó su influencia y el número de los militantes, por otro lado, agentes estatales y grupos paramilitares señalaron algunas actividades de los estudiantes como una expresión del enemigo interno y le se enfrentaron con violencia.
Las manifestaciones de las organizaciones estudiantiles, obreras y campesinas se incrementaron entre 1958 y 1978, como respuesta, el Estado declaró constantes estados de sitio con los que se otorgaron permisos especiales para la fuerza pública y a la justicia penal militar, lo que propició violación de los derechos humanos fundamentales, como asesinatos, detenciones masivas, judicializaciones arbitrarias e irrespetuosas, torturas entre otros.
Esta violencia creciente entre el movimiento estudiantil no logró acabar con las movilizaciones, expresiones como la toma sin bolillo del 71 en la Universidad del Valle y el paro cívico del 77, la comunidad estudiantil siguió en las calles acompañando iniciativas sociales que exigían el respeto de sus derechos.
Entre 1978 y 1991 la violencia contra el sector universitario adquirió grandes dimensiones y los responsables se diversificaron, muchos de estos crímenes tuvieron autores anónimos o no identificados.
Entre 1962 y 2011 todos los años se registraron casos de asesinatos en contra de estudiantes, en promedio en Colombia asesinan a 12,2 estudiantes cada año, uno cada mes, el movimiento estudiantil ha resistido desde las artes y la comunicación, movilizándose en favor de la defensa de la vida y los derechos humanos.