Los exiliados de Colombia, la historia que pocos conocen

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La Comisión de la Verdad define el exilio como una forma de dar camino para que su experiencia sea reconocida, y la voz de sus protagonistas sea escuchada y tenida en cuenta. El exilio fue casi siempre el último recurso después de la violencia sufrida. Parte su vida en un antes y un después.

Las personas que en Colombia vivieron el exilio lo guardaron en unas maletas llenas de mucho miedo e incertidumbre, el informe final de la Comisión de la Verdad es un testimonio que da cuenta del recrudecimiento del conflicto armado en Colombia.

“La exposición intenta, a través de la vida que surge de la creación artística, aliviar la carga mortífera que pesa sobre las historias que desembocan en el exilio y el ataviar con un manto poético el dolor, el horro, la resistencia y la dignidad que tejen esos relatos”, asegura la Comisión de la Verdad.

Desde la Comisión se reconoce que existe una “Colombia fuera de Colombia”, que también está en busca del esclarecimiento de la verdad, la dispersión y aislamiento de las víctimas colombianas en el exterior, significó retos para todos los exiliados. “cerca de 200 personas en 24 países fueron capacitadas para la toma de testimonios. Paralelamente, se conformaron nodos de apoyo al trabajo de la Comisión, a partir de una confluencia de voluntades comprometidas con la búsqueda de la verdad y paz en Colombia. Estos nodos han sido el corazón del trabajo de la Comisión en el exterior, en ese camino por la dignidad de las víctimas y la verdad del exilio colombiano; a través de la toma de testimonios, la elaboración de informes, conversatorios, exposiciones, murales y distintas muestras artísticas y culturales, así como de espacios de diálogo e incidencia con organizaciones de la sociedad civil e instituciones de los gobiernos”.

Alexander Granada, una persona que tuvo que salir de Colombia por culpa del conflicto armado, guarda uno de los documentos que más tristes recuerdos le traen, “de los documentos que tengo, el que más me afecta a mí y es representativo de este acto terrorista es el acta de defunción de mi mamá donde dice proyectiles de arma de fuego. Es bastante impactante, comprueba muchas cosas de lo que uno tiene que vivir en ese país, pienso que todo lo que me pasó debe servir para que a otros no les pase».

Por su parte, un hombre refugiado, guarda una linterna como el más grande tesoro, manifiesta que, «esta linterna simboliza el momento en que nos tocó huir. Nos ayudó por las montañas y por las trochas. Ha estado con nosotros en todos los países donde hemos estado. Significa mucho y por eso la cuidamos».

Este informe es un reconocimiento a las víctimas al mostrar las consecuencias e impactos que sufrieron en medio de la guerra y la resistencia que han tenido al reconstruir su vida, “desde las cenizas”.

Este capítulo, de los exiliados en Colombia contiene información sobre la que poco se ha hablado e indagado en el país.  Carlos Martín Beristain, médico y psicólogo español, el encargado del capítulo del Exilio, manifestó que, “la verdad sobre la justicia en Colombia: hay jueces y fiscales que conocen, como nadie, casos de violaciones de derechos humanos, corrupciones públicas, privadas, que, por ese conocimiento, tuvieron que salir y guardarse esa verdad hasta el día de hoy”.

Por su parte, John Jairo Romero, exiliado en España, quien integra la Mesa Nacional de Víctimas como representante de las víctimas en el exterior, dice que hay una constante en esos colombianos que anhelan retornar, pero aseguran que no tienen las garantías de seguridad para hacerlo. “Conocí al menos 38 familias de colombianos en el exilio que retornaron después de la firma del Acuerdo de Paz, pero doce de esas familias tuvieron que volver a salir del país por su seguridad”.

Entre algunos testimonios que encontramos en el informe, se evidencia la historia de Imelda Daza quien fue desplazada 3 veces, conozca aquí su historia:

Imelda Daza es una exconcejala de la Unión Patriótica exiliada en Suecia. A pesar de ser desplazada forzadamente de Valledupar continuó recibiendo amenazas de muerte. Lleva 25 años viviendo fuera, un poco más de un tercio de su vida.

Imelda salió para Bogotá embarazada y con dos niños pequeños, pensando que allí podría llevar una vida normal al ser una ciudad tan grande. Trabajó como docente un tiempo y luego las amenazas volvieron esta vez con un ultimátum: “Vamos por usted, vieja tal por cual, todas las groserías posibles”, dice Imelda.

Luego de un segundo desplazamiento, esta vez en Perú, logró, a través de una amiga, asilarse en Suecia. “La soledad es lo más difícil de manejar e imposible de aceptar para mí. Yo venía de un frenesí político, de una vida agitada para llegar aquí a una quietud y una tranquilidad… Además a mí me seguía importando y doliendo el país. Un día ya no pude soportarlo más y decidí regresar a Colombia: Pa’ que me mate aquí la depresión, que me maten allá de un tiro, lo mismo da».

“Yo estaba aquí (en Suecia) y me llegaban las noticas: ayer mataron a Raúl, antier mataron a Juan, después aquel otro.”

Regresó a Colombia y empezó a trabajar en la Universidad de Córdoba. “Una vez me contactaron para que hablara con Simón Trinidad, que había sido compañero mío antes de asumir la lucha armada, cosa que me dolió mucho, pero tuve que respetar, para que liberara unos secuestrados. Yo dije que no tenía contacto con él y como me negué empezaron de nuevo las amenazas. A mí me tocaba irme un día en bus, un día en buseta, otro día en carro. Empezaron otra vez a asesinar a un profesor aquí, otro allá… Y dijimos: no hay más remedio, nos vamos a Suecia. Llevaba ya tres desplazamientos y fui revictimizada. En 1999 nos devolvimos: ese regreso lo sentí como mi derrota final”.

A menudo los exiliados son víctimas de prejuicios y exclusiones: Yo en Valledupar soy blanca, nunca sufrí eso en Colombia y me vine a dar cuenta que era negra aquí. Yo no tenía trabajo y lo que me podían ofrecer aquí era cuidar ancianos y no quería pero era la única posibilidad de trabajo. Yo sabía que de ahí seguía el trapero, pero yo no había estudiado economía cinco años para eso. Creen que por venir de Colombia ‘República Bananera’ entonces uno es ignorante. Son situaciones absurdas y ese tipo de prejuicios hay que soportarlos incluso 25 años después”.

El informe de la comisión de la verdad, trae verdades crueles, verdades incómodas, este es “un mensaje de verdad para detener un conflicto intolerable en el que el 80% de las víctimas eran civiles, no combatientes”, aseguró el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad

Quien además agregó que, “Un cuerpo que no puede sobrevivir con el corazón infartado en Chocó, los brazos gangrenados en Arauca, las piernas destruidas en Mapirimpán, la cabeza cortada en El Salado, la vagina vulnerada en Tierralta, las cuencas de los ojos vacías en el Cauca, el estómago reventado en Tumaco, las vértebras trituradas en Guaviare, los hombros despedazados en el Urabá, el cuello degollado en el Catatumbo, el rostro quemado en Machuca, los pulmones perforados en Antioquia y el alma indígena arrasada en el Vaupés”.

 

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