UN REENCUENTRO CON “MARCOS” EN UNA CITA CON GRANADA
Con la autorización de William Forero-Ploter me permito publicar este escrito. Los conocí a los dos, Ploter y Marcos, camuflados y enfusilasdos en la época de los Acuerdos Humanitarios de los Alcaldes del Oriente Antioqueño y mi acompañamiento periodístico a ese proceso. Hoy también, como periodista, sigo conversando con ellos dos, pero en la búsqueda de un Oriente con más desarrollo para todos y para todas.
La última vez que me había visto con “el cucho Marcos” había sido por allá como en el 2002 en la vereda El Porvenir del Municipio de San Luis, precisamente la Unidad de él se despedía pues salía del área de bosques para pasar a la zona del oriente lejano y de Caldas. Estábamos en los primeros estartazos de lo que más tarde conoceríamos era la Operación “Marcial” desarrollada por el las FFMM y donde participaban también los grupos paramilitares haciendo cierres. La despedida se dio en medio de una reunión de todas las unidades que estábamos en el área, bueno, tal vez solo quedaban unas pocas unidades en aseguramientos. Nuevas composiciones en cada una de esas unidades tanto de la que salía como los que nos quedábamos. Muchos abrazos y hasta una lágrima escondida en algunos rostros que aparentaban dureza para encerrar la ternura que crean los lazos de amistad.
Mientras esa unidad salía en dirección a las veredas Mina Rica y el Popal escuchamos por los radios de comunicación, que aún tenían las frecuencias de esa Unidad, que las avanzadas de la marcha habían entrado en combate justo antes de llegar a la autopista Medellín-Bogotá. El plan primaba, “Marcos” no planteó combate prolongado, más bien amarró esa tropa estatal al terreno para que el grueso de la marcha se desviara tan solo algunos metros y pasara con toda la tranquilidad a predios de San Francisco y de allí a sus objetivos. El cucho manejaba muy bien el arte de la guerra en cuanto a la concentración y la desconcentración de la fuerza.
Por mucho tiempo seguíamos encontrándonos por radio HF en los horarios habituales y por las frecuencias establecidas desde el Bloque y desde la Central con “Marquez”. En unas pocas ocasiones pude hacerle el favor de comunicarlo con otros mandos en otros Bloques que eran mutuamente conocidos y que por mi tarea al frente de la Emisora tenía la posibilidad de hablar a fin de conocer partes de guerra o escritos de coyuntura de lo que sucedía en sus respectivas áreas.
Yo había abandonado la lucha armada en un lejano 26 de mayo de 2003, el día anterior había hablado por última vez con la operadora del radio de “Marcos” a las 4:00 en el horario habitual. Yo me había reportado “Sin Novedad”. Durante los primeros años de mi salida de FARC de vez en cuando soñaba en la guerrilla y con las duras determinaciones que tomaba “Marcos” por haberme desertado. Ya luego supe de su captura y me daba tristeza de su condición. Pasó el tiempo y cuando yo regresé al oriente me encontraba con antiguos compañeros y siempre había una mención para el “cucho Marcos” sea por bueno o por malo, sin duda alguna nos marcó su presencia en nuestras vidas. Yo, en lo particular, tengo buenos recuerdos de su tratamiento para conmigo.
Por años no supe nada de él, volví a verlo por las redes sociales haciendo trabajo comunitario en algún lugar del Meta. Me sacó una sonrisa verlo en una foto o en un video con una carreta echando cemento en una carretera rural como uno más, ya no como un mando sino como un ciudadano corriente ayudando al mejoramiento de las condiciones en un lugar aislado de nuestro país, eso fue después de la firma del Acuerdo de “La Habana”. Luego supe que era el encargado político de Comunes en Antioquia.
A la distancia, porque ellos -Comunes- han marcado una línea para con los que decidimos de manera voluntaria e individual salirnos de la guerra, he sabido del periplo por muchos municipios del oriente antioqueño y Caldas en búsqueda de la reconciliación a través de pedir ser perdonados, una labor necesaria si queremos construir una sociedad en paz.
El 23 de septiembre se conmemora todos los años en Granada el día del “Perdón y la Reconciliación”, para este año me comuniqué con algún miembro conocido de “Comunes” y me enviaron un número con el mensaje: “Que le escriba a Marcos que necesita hablar con usted”. Lo pensé más de una vez. “¿Escribirle al “Cucho Marcos”?” “¿En qué tónica estará?”, total, me decidí y le escribí: “Buenas, me dijeron que le escribiera”. Corto, sin personalidad, como queriendo no mostrar algún tipo de sensación, como para no dar un blanco de oportunidad. La respuesta del otro lado: “qué más, como es la jornada que dicen”; una respuesta igual de seca y al grano, al fin y al cabo, los dos habíamos sido combatientes urbanos y aún teníamos el vicio de “no mostrarnos”.
Le expliqué al “Cucho Marcos” lo que yo sabía de la actividad y nuevamente silencio hasta el mismo día del evento en que a las 5:50 de la mañana entra un mensaje: “Buenos días”
-Buenas, le digo yo.
-“Ya voy saliendo”.
– “Acá nos vemos” respondo.
En ese solo intercambio veo confianza, sabiendo lo clandestino que ha sido, dar un dato tan personal me da a entender que hemos roto el hielo. Yo llegué al pueblo temprano y estuve intercambiando opiniones con algunos amigos y pobladores ya que yo estoy viviendo en Granada desde hace ya siete años. A las 9:10 sonó el teléfono y en la pantalla estaba el “Marcos Urbano”. Contesté, primera vez que volvía a escuchar la voz fuerte y de acento paisa del “Cucho”:
– “Estoy al frente de donde parquea el bus” me dijo, así no más.
– “Ya le caigo” mi respuesta. Nuevamente veo confianza.
De camino me fui pensando en la manera que me iba a tratar, lo que me iba a decir, en fin, vamos a ver qué pasa.
Desde el andén por el que voy veo a dos escoltas. Camino despacio, mirando con “el rabito del ojo” como tratando de descubrir algún movimiento pues aún recuerdo que tenía un “Consejo de Guerra en ausencia” por deserción y me habían determinado como sanción “pena de muerte”. Paso al otro andén con un trote suave. Me encuentro con “Serpa” un viejo conocido con el que compartí buenos momentos. Nos saludamos escasamente con un puño cerrado y me indicó donde estaba el viejo.
Lo veo sentado y a su lado dos acompañantes también excombatientes, me acerco con firmeza demostrando no tener miedo. El “Cucho” se levanta del asiento y con los brazos me da señal de un abrazo. Un abrazo que significa mucho a pesar de ser corto. Recuerdo que en la guerra cuando uno se despedía le daba un abrazo al amigo pues no sabía si se volvería a ver y cuando uno llegaba le daba un abrazo al amigo con la alegría del reencuentro y el triunfo de la vida. Por eso el abrazo es importante y una muestra no solo de afecto sino más que eso.
Nos sentamos y de una vez le cuento el proceso vivido. Tocamos varios temas que iban desde la táctica pasando por los errores cometidos hasta la negociación. Hablamos de lo por venir y de las esperanzas en un país en paz. Nos tuvieron que llamar pues era hora ya de la actividad. Yo no me fui con él, salí por mis medios a pie y solo.
Ya en el escenario me hice atrás como para tener una visión general tanto del público, que en la mayoría eran locales, como de la mesa. Vi a un “Marcos” atento, algo nervioso, muy dispuesto a hablar. Comenzó su intervención cargada de remembranzas, de congojas y de mucho sentimiento. Su voz llenaba el escenario pues todos estábamos atentos a sus palabras. Su catarsis fue interrumpida por una intervención desde el fondo del Salón para recriminar las acciones de las FARC. “Marcos” se vio perplejo, dejó de hablar para darle paso al reclamo de la mujer que había perdido un sobrino en la toma. Los otros presentes invitaron a la señora a que con calma tomara el micrófono y se expresara. “Marcos” seguía atento.
El evento continuó y muchos hicieron preguntas a las que “Marcos” iba respondiendo con la calma que da el haber estado sorteando la guerra con la muerte respirando en la nuca. No dejó de responder ni una sola pregunta. Admiro el papel que juega hoy el “Cucho”, enfrentarse al pasado para recaer sobre él y tratar de reconstruir la historia para pedir perdón por lo hecho. No es fácil reconocer nuestros errores pues siempre actuamos convencidos que hacíamos lo mejor. Yo vi tan solo una escena en uno de tantos pueblos al que “Marcos” recorre para enfrentarse cara a cara con las personas que en su mayoría tienen una pregunta o una recriminación. “Marcos” no le rehúye a su papel como agente de paz como nunca le rehuyó su papel como comandante en una guerra.