VOLVÍ ESTA SEMANA A ARGELIA DE MARÍA Y NARIÑO

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Esta semana volví a Argelia de María y a Nariño. Lo hice para acompañar las condecoraciones que el Gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa, les impuso a los miembros de la Fuerza Pública por los resultados operacionales en el desmantelamiento del «Clan Oriente» y la captura, en San Rafael cuando esperaban un cargamento de armas, de alias «Camilo» y cinco de sus hombres.

En mi Editorial del pasado domingo había pedido públicamente a los alcaldes, el Gobernador y el Ministro de Defensa, hacer un reconocimiento público al Mayor Yamid Bonilla, Comandante del Gaula Militar del Oriente Antioqueño, por su persistencia en la persecución contra este grupo paramafioso que creó terror, zozobra, muerte y desolación a las comunidades de Argelia y Nariño. Grupo ilegal que logró cerrar todo un fin de semana con un solo mensaje de texto y sin un disparo estos dos municipios, convirtiéndolos en pueblos fantasmas donde todo el comercio, atemorizado cerró sus puertas, los transportadores apagaron sus carros, la Iglesia no toco las campanas y los habitantes solo se atrevían a mirar detras de las cortinas.

Editorial que fue acogida ampliamente por la Gobernación, y los alcaldes, para condecorar a varios miembros de las Fuerzas Militares, incluidos los Generales de la Séptima División y la Cuarta Brigada, así como también al Teniente Coronel Manuel Espejo y otros miembros del Batallón Juan del Corral y, por supuesto, el Mayor Yamid Bonilla y los miembros del Gaula Militar del Oriente Antioqueño. También fueron condecorados miembros de la Policía Nacional.

Me alegró y mucho, ver en los rostros de los campesinos, los comerciantes, los conductores, las mujeres y los jóvenes de estos dos municipios un poco de esperanza, un poco de confianza frente a una institucionalidad que pocas veces los ha acompañado en sus angustias de seguridad. Y para decir la verdad, muy por el contrario, a varios de sus miembros los han visto más al lado de los victimarios.

Es un secreto a voces que varios Agentes del Estado y funcionarios públicos, incluso de elección popular, fueron colaboradores directos de alias «Camilo». Los agentes de inteligencia saben, por investigaciones e interceptaciones que, de la plata recaudada por extorsiones, algunos Agentes del Estado en esos municipios recibían una tajada grande.

Para las víctimas y para la población en general ver la relación de miembros de la institucionalidad con los grupos delincuenciales limita la confianza de manera drástica y las posibilidades de denuncia se hacen imposibles.

También hay otros, y no me cansaré de repetirlo, que son responsables por el silencio que guardaron. Entre ellos algunos funcionarios que tenían la obligación de haber hecho las denuncias respectivas por ser quienes debían cuidar del orden público en su municipio pero que no hicieron nada frente al dolor que vivía su pueblo pero que ahora se presentan como la salvación para sus pueblos.

Es por ello que, aunque hay unos resultados muy importantes, con la captura de alias «Camilo» y la desarticulación de su grupo paramafioso, en los rostros de las gentes aún se nota la incertidumbre y, claro, el temor de que otro grupo pueda llegar en algún momento. De hecho, alias «El Mocho», quién fue asesinado en extrañas circunstancias hace algunas semanas, había regresado a Argelia con ese propósito.

Sin embargo, es necesario y urgente decir que la recuperación de la seguridad de esta zona de Antioquia pasa por una muy fuerte inversión social que le permita a sus gentes tener acceso a los servicios básicos de manera digna.

El Hospital San Joaquín de Nariño está tan deteriorado, en su infraestructura administrativa, que ya es un peligro para quienes trabajan allí.

La Vía del Renacimiento, promesa de varios gobernantes de turno sería una alternativa fundamental de movilidad que aumentaría las posibilidades turísticas y una mejora económica considerable para las comunidades.

El pago a los municipios por servicios ambientales, por parte del Gobierno Nacional, les permitiría acceder a recursos de inversión que facilitaría proyectos productivos de largo plazo para sustituir los cultivos de coca que existen nuevamente en la zona y que fortalecen la presencia de grupos paramafiosos.

Auspiciar de manera legal y organizada la explotación del oro, propiciando valores agregados para que las comunidades vendan productos terminados a los turistas alejaría las economías ilegales y la destrucción del medio ambiente por parte de quienes lo hacen hoy ilegalmente.

En todo caso la Paz Total, en municipios que han sido víctimas en el pasado y que hoy vuelven a serlo por parte de grupos paramafiosos tiene que garantizar no solo el silencio de las armas, sino también cerrar las brechas de inequidad que han vivido. 

Me sentí feliz regresando a Argelia y a Nariño, municipios que he acompañado como periodista por varias décadas y en los cuales he visibilizado sus problemas, sus dolores, muchas veces con innumerables amenazas, pero también sus esperanzas, sus sueños, de poder vivir un futuro mejor. 

 

 

 

 

 

 

 

 

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