Camila Escobar no es una presidenta ejecutiva cualquiera. Su llegada a la Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño se dio en uno de los momentos más complejos para la institución: una entidad desprestigiada, con la confianza de los comerciantes erosionada y con una historia reciente marcada por la captura política. Su antecesor había convertido lo que debía ser un órgano técnico y gremial en una plataforma al servicio de intereses partidistas, desdibujando su razón de ser y alejándola de su misión fundamental: promover el desarrollo empresarial y regional.
En ese contexto adverso, Escobar asumió el liderazgo sin el capital simbólico que suele acompañar a quienes llegan a cargos de alta dirección. No contaba con el respaldo natural de los comerciantes ni con una credibilidad heredada, ni con los consabidos padrinos políticos. Sin embargo, en apenas dos años logró lo que parecía improbable: transformar la Cámara en un referente institucional, no solo en el Oriente Antioqueño, sino también en Antioquia y en el país. Su gestión se caracterizó por una apuesta clara por la ética, la transparencia y la recuperación de la confianza, elementos que devolvieron legitimidad a una entidad clave para el desarrollo regional.
Ese proceso de transformación, no obstante, no estuvo exento de resistencias. Como suele ocurrir cuando se rompen viejas prácticas, comenzaron a aflorar las tensiones con aquellos sectores que veían en la Cámara un instrumento para la defensa de intereses particulares, políticos o económicos. La profesionalización de la gestión y el fortalecimiento de la gobernanza significaron, para algunos, la pérdida de espacios de influencia con muchas ganancias económicas y políticas.
El primer gran choque se evidenció hace un año, en plena temporada navideña, cuando desde Bogotá un candidato presidencial anunció públicamente el reemplazo de Camila Escobar, sin que existiera una decisión formal del consejo directivo. El hecho, más allá de su irregularidad, generó un profundo malestar en la región. Comerciantes, líderes locales y distintos sectores expresaron su solidaridad con Escobar, interpretando el anuncio como una intromisión política que desconocía la autonomía institucional y los avances logrados bajo su liderazgo.
Hoy, la historia parece repetirse. Nuevamente, fuerzas externas a la dinámica técnica de la Cámara presionan para redefinir su rumbo. Según conoció este Medio de Comunicación, un político regional habría impulsado decisiones que alteran la correlación de fuerzas al interior del consejo directivo, poniendo en riesgo el modelo de gobernanza que Escobar instauró. No se trata solo de la salida de una presidenta ejecutiva, sino del desmonte de una forma de administrar la institución basada en criterios técnicos, éticos y orientados al interés general.
La inminente salida de Camila Escobar plantea una pregunta de fondo sobre el futuro de la Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño. Si se concreta su relevo bajo estas circunstancias, la institución corre el riesgo de regresar a un pasado que muchos creían superado: el de un directorio político, capturado por intereses particulares y alejado de las necesidades reales del tejido empresarial y social. Más que un debate personal, lo que está en juego es la defensa de la institucionalidad, la autonomía gremial y la posibilidad de construir organizaciones públicas y privadas que sirvan al desarrollo y no a la conveniencia de unos pocos.
El caso de Camila Escobar deja una lección clara: transformar instituciones es posible, pero sostener esas transformaciones exige voluntad colectiva y vigilancia ciudadana. De lo contrario, los avances logrados en pocos años pueden desmoronarse en cuestión de días, arrastrados por las mismas prácticas que durante décadas debilitaron la confianza y el sentido público de entidades fundamentales para la región como la Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño.
