En la vereda El Brasil, en Sonsón, hay higueras que superan el siglo de vida. Han crecido silenciosas en patios familiares, han dado fruto generación tras generación y han sido testigos de una tradición que hoy corre el riesgo de desaparecer. Allí nació el emprendimiento de Jeniffer Betancur, una joven rural que decidió convertir la memoria agrícola de su familia en una propuesta de futuro.

Su historia no empieza con una idea de negocio, sino con una herencia. “Crecí con higueras de más de 100 años en el patio de mi casa y mi familia siempre ha sido productora higuera”, cuenta. Precisamente al ver la decadencia de estos cultivos fue cuando entendió que había que actuar. Así nació su emprendimiento, hace cerca de dos años, con un propósito claro: evitar la tala, proteger el cultivo y demostrar que el higo todavía tiene mucho por contar.
El camino comenzó por reactivar una asociación histórica de productores, una de las más importantes de la zona. A la par, se impulsó la comercialización del fruto y la transformación artesanal del nopal. “Estos cultivos no se van a acabar”, afirma con convicción. Pero la apuesta fue más allá: al ver a su padre vinculado al turismo, Jeniffer entendió que mostrar el cultivo podía ser tan importante como sembrarlo.
De ahí surgió una experiencia que conecta campo, cultura y visitantes. Personas que llegan a Sonsón no solo a ver, sino a entender por qué el higo se da en esta zona específica del país; a cogerlo, probarlo y recorrer los paisajes que lo sostienen. “Dar a conocer estos cultivos puede ser una de las partes primordiales para que permanezcan”, explica.
Emprender en Sonsón, sin embargo, no ha sido fácil. Jeniffer reconoce que el municipio sigue muy arraigado a la tradición y a lo patrimonial, y que existen rezagos frente a nuevas formas de hacer empresa. “Como mujer, llegar al turismo y al emprendimiento es un reto gigante”, dice. Pero también es una responsabilidad: mostrarle a los jóvenes rurales que sí se puede crear empresa desde casa, desde las unidades productivas que muchas veces están en el mismo patio donde crecieron.
Caer y levantarse ha sido parte del proceso. Las dificultades aparecen, los retos se acumulan, pero la resiliencia se vuelve aprendizaje. “Mañana brillará, mañana será bonito”, repite como mantra. Hoy, uno de sus mayores desafíos es lograr que el gremio de productores comprenda el valor único de las higueras de Sonsón, un cultivo que solo se da en esta zona de Antioquia y de Colombia.
Las alegrías llegan cuando la experiencia se comparte. Familias que visitan los cultivos, regresan con otras personas y recomiendan el lugar. Productores que se suman a la asociación. Artesanos que transforman el fruto y el tronco del nopal. “Cuando veo que hay personas que en serio le apuestan a que estos cultivos no se acaben, eso me llena de alegría”, afirma. También cuando se convierte, sin proponérselo, en referente para otros.
En ese camino de fortalecimiento aparece el acompañamiento de la Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño. Jeniffer reconoce que al inicio no tenía claridad sobre su rol, pero hoy valora las oportunidades que ofrece: convocatorias, espacios de formación, redes de relacionamiento y programas como Jóvenes Cámara, que le permitieron compartir su historia, conocer otras y empoderarse como emprendedora.
“Gracias a la Cámara de Comercio pude conocer mucho más mi emprendimiento, empoderarme como mujer, sentirme capaz”, asegura. La orientación en visión, misión y proyección le permitió no perderse en el camino y avanzar con mayor claridad. Para ella, ese acompañamiento es el primer paso para cualquier emprendedor que quiera construir con sentido.
Sus sueños siguen creciendo, como las higueras que la rodean. Quiere trabajar con hotelería alrededor de los cultivos de nopal, inspirar a las personas a vivir el paisaje cultural higuero y lograr que más familias productoras reciban visitantes en sus casas. “Los amaneceres en medio de una higuera son impresionantes”, dice, convencida de que el turismo puede generar ingresos, arraigo y conservación al mismo tiempo.
Jeniffer Betancur no habla de riqueza en términos abstractos. Habla de lo que ve todos los días: paisajes, tradición, cultura y trabajo rural. Y de cómo, con amor y visión, esa riqueza puede transformarse en empresa sin perder el alma. En Sonsón, su emprendimiento es prueba de que proteger el territorio también puede ser una forma de emprender
