La reciente «vaca» promovida por la Corporación Empresarial del Oriente (CEO), organización que aglutina a un importante número de empresarios del sector de la construcción en la región, entre otros, muestra el verdadero trasfondo del denominado Área Metropolitana del Oriente (AMO). La recolección de millonarios recursos para alimentar «bodegas prepago de comunicación» —espacios de difusión pagada con el propósito de moldear la opinión pública— deja en evidencia la desconexión entre el discurso oficial de la CEO, y su directora ejecutiva, de sostenibilidad y desarrollo regional y la realidad de los intereses que la motivan: la expansión y consolidación del negocio inmobiliario, incluso a costa de la vocación del territorio y del bienestar de sus habitantes.
El AMO se ha presentado como una figura de integración territorial con el potencial de ordenar el crecimiento urbano, articular políticas públicas regionales y generar beneficios conjuntos para los municipios involucrados. Sin embargo, lo que debería ser un ejercicio amplio de participación democrática y planeación con enfoque territorial, ha sido capturado por intereses económicos que priorizan el lucro por encima de cualquier criterio de justicia socioambiental.
La «vaca» de los empresarios, en su mayoría de constructores, no es una anécdota menor; es una clara muestra de cómo el poder económico interviene en el debate público mediante tácticas de manipulación informativa, en lugar de promover un diálogo transparente con las comunidades. El hecho de que estos recursos se destinen a alterar la percepción negativa que la figura del AMO ha generado en la población demuestra que no existe una intención genuina de corregir los errores del proceso, ni de construir consensos reales. Por el contrario, se busca imponer una narrativa favorable al modelo de urbanización masiva, al crecimiento descontrolado, y al consumo voraz de suelo rural y ambientalmente estratégico.
En este contexto, el discurso de sostenibilidad con el que se pretende barnizar el accionar territorial de la CEO y su papel en el impulso de un AMO se desdibuja por completo. No se trata aquí de un modelo de desarrollo incluyente, resiliente y adaptado a las condiciones del territorio. Por el contrario, se ha optado por una fórmula extractivista: apropiarse del suelo, del agua y de la institucionalidad pública para ponerla al servicio de intereses particulares. Esta visión utilitaria del territorio desconoce no solo la diversidad ambiental y cultural del Oriente Antioqueño, sino también los derechos de las comunidades que lo habitan.
La contradicción entre el discurso y la práctica es evidente. Mientras se habla de sostenibilidad, se promueven los megaproyectos urbanísticos que vienen con un AMO y que fragmentan ecosistemas, presionan los recursos hídricos y desplazan economías tradicionales. Mientras se dice trabajar por el desarrollo regional, se excluye de las decisiones a los actores sociales que cuestionamos ese modelo y la forma como quieren imponerlo los políticos y urbanizadores. La “vaca” empresarial, no es más que el síntoma visible de una enfermedad más profunda: la captura del territorio por una élite económico-política que ve en el Oriente un botín urbanizable y no un espacio para la vida digna.
En lugar de invertir en bodegas comunicacionales, los empresarios deberían abrirse al diálogo honesto con las comunidades, asumir su responsabilidad en los conflictos socioambientales que han generado y participar en la construcción de un modelo territorial verdaderamente sostenible. Un modelo que no se imponga desde el poder económico, sino que emerja desde abajo, desde las comunidades, desde sus necesidades y visiones de futuro.
Lo que está en juego no es solo un instrumento de ordenamiento territorial como el AMO, sino el sentido mismo de lo que entendemos por desarrollo en el Oriente Antioqueño. Si este se reduce a cifras de valorización, metros cuadrados construidos y retornos financieros, el conflicto social y ambiental solo se profundizará. Pero si se construye desde el respeto por el territorio y sus habitantes, entonces tal vez podamos hablar, algún día, de una verdadera sostenibilidad.
Bienvenidos los empresarios y su CEO al debate de la región que queremos construir, pero no permitiremos, y así se demostrará el 9 de noviembre, que nos impongan con sus chequeras un esquema para sus ambiciones económicas y no para el beneficio de la región.