EDITORIAL DE DOMINGO: LOS PASIVOS ESTRUCTURALES QUE HAN DEJADO LAS CONCESIONES EN EL ORIENTE

Los enormes pasivos estructurales que han dejado en el Territorio las mega obras viales y, de las cuales muy poco se ha hablado, porque obras como la Autopista Medellín-Bogotá o el Túnel de Oriente se han considerado la «salvación» para la competitividad de la Región.
Sin embargo, es necesario profundizar en algunos temas que además de ser absolutamente necesarios para el análisis hoy de la Región, han sido muy poco compensados al territorio, su medio ambiente y sus comunidades garantizándole a los concesionarios minimizar la inversión para maximizar sus enormes ganancias.
Y antes de iniciar tengo que advertir que no soy un fanático, que entiendo la necesidad de asumir costos medioambientales para permitir una mejor calidad de vida de las comunidades.
El primer gran pasivo es, ni más ni menos, el ambiental. La Construcción de la Autopista Medellín-Bogotá violentó de una manera absolutamente arbitraria el sagrado bosque húmedo tropical, absolutamente escaso hoy en el planeta y, que contiene alrededor de un 25% del carbono de la biósfera terrestre. La biomasa y la humedad, de estos bosques húmedos tropicales, protegen el suelo contra la erosión, los derrumbes y deslizamientos. Es por ello, que se viven con frecuencia deslizamientos, que se dan en diferentes sectores de la Autopista, fundamentalmente en el Municipio de San Luis, con un costo altísimo de vidas humanas y que han obligado el cierre de semanas enteras de ese corredor vial para poder remover miles de toneladas de material que se desprenden de la montaña, al rededor del corredor vial, desnuda de su bosque.
El segundo gran pasivo es el social. El trasado de la actual autopista Medellín-Bogotá dejo en el absoluto ostracismo y abandono a los municipios del otrora corredor que unió, por cuatro décadas, a la Capital Antioqueña con la Capital del país. Los municipios de la Unión, Sonsón, Nariño, en Antioquia y Florencia hasta salir a la Dorada en Caldas siguen esperando que la «cacaraqueada» Vía del Renacimiento sea una realidad para que el turismo les devuelva en algo el letargo económico y social que dejó un nuevo corredor que desplazo el suyo.
Y, claro, es necesario preguntarse: Que beneficios reales para todas las comunidades, no las asentadas a lado y lado del corredor de la autopista han recibido en los municipios de San Luis, San Francisco y Cocorná. Para empezar sus vías entre la autopista y sus cascos urbanos, que deberían mantenerse en un excelente estado como compensación de las ganancias de los peajes, son un desastre. Tampoco hemos escuchado de inversiones sociales por parte de la concesión en salud o en educación y, mucho menos en cultura y recreación en esos municipios.
Esto, muy a pesar de que la primera concesión del país capitalizó por décadas cuatro peajes; Copacabana, Palmas, Santuario y Puerto triunfo, con un flujo de más de cuarenta mil vehículos por día.
La inviabilidad vial que vive hoy el Oriente Antioqueño es una realidad. Las obras de infraestructura que fueron oportunas hace treinta años, ahora no lo son. La Concesión Vial, la primera que hubo en el país, que fue oportuna en su momento ahora no solo no es oportuna, sino que se ha vuelto inoportuna en sus propuestas para la Región y sus comunidades.
Para muestra un botón: La propuesta de una nueva autopista Medellín-Bogotá, llamada «Ruta del Agua» como una sola calzada bidireccional, que no sólo fue rechazada por los lideres de la Región y que obligo una nueva presentación por parte de los estructuradores, es decir de la concesión más antigua del país, a un «Par Vial», sino que ahora aparece en el Plan Nacional de Desarrollo como «Doble Calzada» e incluida en el Plan Plurianual de Inversiones de la nación. Es decir que también era inconveniente esa propuesta para el Gobierno nacional.
El inevitable crecimiento del Oriente Antioqueño, que lo ha convertido en un polo de desarrollo habitacional, que no tiene una adecuada infraestructura vial, salvo el corredor del túnel, que no sólo se quedó pequeño frente a la demanda, sino que se vuelve un cuello de botella cuando sale al aeropuerto, que en horas pico, se convierte en un calvario llegar a cualquier municipio del Altiplano. No hay ninguna arteria vial del Territorio que no colapse un puente festivo o época de vacaciones.
Así las cosas, es necesario pensar en nuevos estructuradores que permitan una real viabilidad vial para el Territorio, compensando adecuadamente a la Región y sus comunidades, minimizando al máximo los pasivos estructurales y concertando adecuadamente los proyectos futuros.